jueves, 29 de septiembre de 2011

Gustavo Adolfo Bécquer

Volverán las oscuras golondrinas


Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!


Dos rojas lenguas de fuego (Rima XXIV)

Dos rojas lenguas de fuego
que, a un mismo tronco enlazadas,
se aproximan, y al besarse
forman una sola llama;

dos notas que del laúd
a un tiempo la mano arranca,
y en el espacio se encuentran
y armoniosas se abrazan;

dos olas que vienen juntas
a morir sobre una playa
y que al romper se coronan
con un penacho de plata;

dos jirones de vapor
que del lago se levantan
y al juntarse allá en el cielo
forman una nube blanca;

dos ideas que al par brotan,
dos besos que a un tiempo estallan,
dos ecos que se confunden,
eso son nuestras dos almas.

RIMA XXXII

Pasaba arrolladora en su hermosura
y el paso le dejé;
ni aun a mirarla me volví y, no obstante,
algo a mi oído murmuró: —Esa es.

¿Quién reunió la tarde a la mañana?
Lo ignoro; sólo sé
que en una breve noche de verano
se unieron los crepúsculos, y... fue.

RIMA XXV

Cuando en la noche te envuelven
las alas de tul del sueño

y tus tendidas pestañas

semejan arcos de ébano,

por escuchar los latidos

de tu corazón inquieto

y reclinar tu dormida

cabeza sobre mi pecho,

diera, alma mía,

cuanto posea:

¡la luz, el aire

y el pensamiento!


Cuando se clavan tus ojos

en un invisible objeto

y tus labios ilumina

de una sonrisa el reflejo,

por leer sobre tu frente

el callado pensamiento

que pasa como la nube

del mar sobre el ancho espejo,

diera, alma mía,

cuanto deseo:

¡la fama, el oro,

la gloria, el genio!


Cuando enmudece tu lengua

y se apresura tu aliento

y tus mejillas se encienden

y entornas tus ojos negros,

por ver entre sus pestañas

brillar con húmedo fuego

la ardiente chispa que brota

del volcán de los deseos,

diera, alma mía,

por cuanto espero,

la fe, el espíritu,

la tierra, el cielo.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Poemas románticos de William Shakespeare


CUANDO HAYA MUERTO, LLÓRAME TAN SÓLO...

Cuando haya muerto, llórame tan sólo
mientras escuches la campana triste,
anunciadora al mundo de mi fuga
del mundo vil hacia el gusano infame.

Y no evoques, si lees esta rima,
la mano que la escribe, pues te quiero
tanto que hasta tu olvido prefiriera
a saber que te amarga mi memoria.

Pero si acaso miras estos versos
cuando del barro nada me separe,
ni siquiera mi pobre nombre digas
y que tu amor conmigo se marchite,

para que el sabio en tu llorar no indague
y se burle de ti por el ausente.






AMOR VERDADERO

No, no aparta a dos almas amadoras
adverso caso ni crüel porfía:
nunca mengua el amor ni se desvía,
y es uno y sin mudanza a todas horas.

Es fanal que borrascas bramadoras
con inmóviles rayos desafía;
estrella fija que los barcos guía;
mides su altura, mas su esencia ignoras.

Amor no sigue la fugaz corriente
de la edad, que deshace los colores
de los floridos labios y mejillas.
Eres eterno, Amor: si esto desmiente

mi vida, no he sentido tus ardores,
ni supe comprender tus maravillas.



TU CAPRICHO Y TU EDAD, SEGÚN SE MIRE...

Tu capricho y tu edad, según se mire,
provocan tus defectos o tu encanto;
y te aman por tu encanto o tus defectos,
pues tus defectos en encanto mudas.
Lo mismo que a la joya más humilde
valor se da en los dedos de una reina,
se truecan tus errores en verdades
y por cosa legítima se tienen.
¡Cómo engañara el lobo a los corderos,
si en cordero pudiera transformarse!
Y ¡a cuánto admirador extraviarías,
si usaras plenamente tu prestigio!
Mas no lo hagas, pues te quiero tanto
que si es mío tu amor, mía es tu fama.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Pablo Neruda (I)

PUEDO ESCRIBIR LOS VERSOS MÁS TRISTES ESTA NOCHE

Escribir, por ejemplo: " La noche está estrellada
 y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

                                           El viento de la noche gira en el cielo y canta.
                                         Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
                                            Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
                                       En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
                                               La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
                                             Ella me quiso, a veces yo también la quería.
                                           Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
                                         Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
                                        Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
                                           Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
                                            Y el verso cae al alma como pasto el rocío.
                                      Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
                                       La noche está estrellada y ella no está conmigo. 
                                       Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
                                          Mi alma no se contenta con haberla perdido.
                                             Como para acercarla mi mirada la busca.
                                            Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
                                  La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
                                       Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
                                          Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
                                           Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
                                        De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
                                            Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
                                        Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
                                          Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
                                   Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
                                          mi alma no se contenta con haberla perdido.
                                    Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
                                      y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
 
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